EL AYUNO DE LA DORMICIÓN DE LA SANTÍSIMA THEOTOKOS
El ayuno de la Dormición se estableció como un acto previo a las grandes fiestas de la Transfiguración del Señor y de la Dormición de la Madre de Dios. Dura dos semanas, del 1/14 al 14/27 de agosto (estilo antiguo/estilo nuevo).
El ayuno de la Dormición nos llega desde los primeros tiempos del cristianismo.
Encontramos una clara referencia al ayuno de la Dormición en un sermon de León Magno de alrededor del año 450 d.C. “Los ayunos de la Iglesia están situados en el año de tal manera que se prescribe una abstinencia especial para cada época. Así, para la primavera está el ayuno de primavera, los Cuarenta Días de la Gran Cuaresma; para el verano está el ayuno de verano, el ayuno de los Apóstoles; para el otoño está el ayuno de otoño, en el séptimo mes, ayuno de la Dormición; para el invierno está el ayuno de invierno, el ayuno de Natividad”.
San Simeón de Tesalónica escribe que “el ayuno de agosto, el ayuno de la Dormición, fue establecido en honor de la Madre de Dios Verbo, quien, previendo su reposo, trabajó ascéticamente y ayunó por nosotros como siempre, aunque era santa e inmaculada y no tenía necesidad de ayunar. Así, Ella oró especialmente por nosotros en preparación para ser transportada de esta vida a la vida futura, cuando Su alma bendita se uniría a través del espíritu divino con Su Hijo. Por lo tanto, también nosotros debemos ayunar y alabarla, emulando Su vida, instándola así a orar por nosotros. Algunos, por cierto, dicen que este ayuno fue instituido con ocasión de dos fiestas: la Transfiguración y la Dormición. También considero necesario recordar estas dos fiestas: una que nos da luz, y la otra que es misericordiosa con nosotros e intercede por nosotros”.
El ayuno de la Dormición no es tan estricto como el Gran Ayuno, pero es más estricto que los ayunos de los Apóstoles y de la Natividad.
Los lunes, miércoles y viernes del ayuno de la Dormición, las rúbricas de la Iglesia prescriben la xerofagia, es decir, el ayuno más estricto de alimentos crudos (sin aceite); los martes y jueves, “con alimentos cocidos, pero sin aceite”; los sábados y domingos se permite el vino y el aceite.
Hasta la fiesta de la Transfiguración del Señor, cuando se bendicen las uvas y las manzanas en las iglesias, la Iglesia exige que nos abstengamos de estos frutos. Según la tradición de los santos padres: “Si un hermano comiera uvas antes de la fiesta, que se le prohíba, por causa de la obediencia, probar las uvas durante todo el mes de agosto”.
En la fiesta de la Transfiguración del Señor, las rúbricas de la Iglesia permiten el consumo de pescado. A partir de ese día, los lunes, miércoles y viernes, se incluirían siempre en las comidas los frutos de la nueva cosecha.
El ayuno espiritual está íntimamente unido al corporal, como nuestra alma está unida al cuerpo, lo vivifica y nos une a él, como el alma y el cuerpo forman un solo ser humano viviente. Por eso, al ayunar corporalmente, debemos ayunar espiritualmente al mismo tiempo: “Hermanos, al ayunar corporalmente, ayunemos también espiritualmente, rompiendo toda unión con la injusticia”, nos manda la Santa Iglesia.
Lo principal en el ayuno corporal es abstenerse de alimentos abundantes, sabrosos y dulces; lo principal en el ayuno espiritual es abstenerse de los movimientos pasionales y pecaminosos que complacen nuestras inclinaciones sensuales y vicios. Lo primero es renunciar a los alimentos más nutritivos y tomar la comida de ayuno, que es menos nutritiva; lo segundo es renunciar a nuestros pecados favoritos y ejercitarnos en las virtudes que se les oponen.
La esencia del ayuno se expresa en el siguiente himno de la Iglesia: “Si ayunas, alma mía, pero no estás purificada de las pasiones, en vano nos consolamos no comiendo. Porque si el ayuno no trae corrección, entonces será aborrecible a Dios como falso, y serás como los demonios malvados, que nunca comen”.
El Gran Ayuno y el Ayuno de la Dormición son particularmente estrictos en lo que respecta al entretenimiento.
Padre Dámaso